En el valle del Salcedón se disputaron importantes batallas, tanto en las montañas del sur como en los barrios de Llantada, Gallardi y Revilla, sobre todo el 26, 27 y 28 de junio, para hacer frente a la armada rebelde que llegaba desde los altos de Gordexola. Enfrentaron como buenamente pudieron, con valentía y determinación como único recurso, a las fuerzas atacantes precedidas por una aviación dedicada a quemar los bosques con bombas incendiarias lanzadas por cazas o bombarderos.

Los citados vecinos, junto con los de Sollano, prepararon humildes refugios en las zanjas que rodeaban sus casas, a fin de evitar las consecuencias de la guerra; sin embargo, los que no contaban con esas zanjas, por otro lado, se refugiaron en las tuberías que traen el agua del embalse de Ordunte (barrio La Torre). Otros optaron por el embalse del monte Lama, pero cuando vieron que los días de bombardeo se alargaban, acudieron a los refugios de Longar, que eran más sólidos.

Gracias a ellos y al observatorio del monte Eguen, el número de víctimas no fue mayor. En el observatorio situado al lado norte de la cima, dos parejas se turnaban para vigilar desde un agujero similar a una cabaña, que les proporcionaba una mínima protección de los aviones o, por lo menos, ayudaba a pasar desapercibidos ante la armada del aire. Desde allí podían llamar al centro de mando que los gudaris tenían en la papelera de Aranguren a través de una línea telefónica para que estos, utilizando el “cuerno” de la fábrica, pudieran dar aviso a todo el valle.

Sabemos que por lo menos el 21 de junio lo hicieron así. Cuando vieron una escuadrilla de bombarderos pesados JU-52 sobrevolando la cordillera de los montes de Orduña, habiendo despegado de Gasteiz, avisaron al batallón estacionado en la papelera a toda prisa, para que, a su vez, alertara a toda la población del valle.

Los nueve bombarderos causaron graves daños en el valle de los sauces, empezando por las zonas centrales más bajas para seguir por los barrios del Puente, Mendieta y Uribarri. Llantada también tuvo que lamentar dos muertes, a pesar de que el barrio no contaba con ningún objetivo militar: un refugiado y un joven pastor.

Durante los siguientes días, las tropas nacional-católicas hicieron matar a otros tres jóvenes, dos de ellos el 27 de junio: uno murió mientras estaba en casa de su madre; el otro fue herido por la metralla de los aviones y rematado después por un mercenario africano. Al tercero lo mataron por resistirse a la entrega de su reloj.

Los rebeldes se hicieron con las montañas de Arzia, Eguen y Laguna el 25; al día siguiente, desde el alba, el ejército vasco lanzó un contraataque que duró seis horas, en las que no pudo recuperar las cimas, tan solo unas cotas inferiores. El puesto de mando vasco situado en el barrio de Somocurcio, apoyado en la fuerte línea defensiva que unía los montes Rioya y Gurugu, lanzó otro contraataque el día 27, y los gudaris consiguieron llegar hasta la cota 518, donde se encontraron con la artillería pesada de las cimas de Eguen y Laguna. Sus escasos recursos materiales les impidieron ocupar las cimas.

El cansancio y la imposibilidad de hacer frente a los aviones les obligaron a ceder la cordillera del sur (Celadilla); a partir de ahí, los defensores de Zalla establecieron el frente el en el ferrocarril Bilbao – La Robla haciendo un último esfuerzo; sin embargo, en las últimas horas del 28 tuvieron que ceder y se retiraron aprovechando la noche.

En ese último día de lucha, los zapadores vascos intentaron volar el puente de Mendieta para frenar el paso a los invasores, pero fueron apresados por los rebeldes, quienes les fusilaron sin ningún tipo de piedad en el matadero de Aranguren.

El Gobierno Vasco estableció un hospital de campaña en la casa Undapilleta que se encuentra en el cruce del barrio Revilla; por otro lado, en un almacén de la misma finca, el ejército rebelde reunió a todas las personas capturadas en Zalla.